Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

domingo, 29 de diciembre de 2013

El pasador discreto (y II)

[Segunda y última entrega sobre la peripecia de Albert Moles Damunt, capturado en septiembre de 1943 al frente de un grupo de diez aviadores aliados en la cima del Port Negre, y detenido en la prisión de la Seo de Urgel; las autoridades andorranas, incluida la Mitra, se movilizaron para conseguir su liberación: salió de la prisión el 5 de enero de 1944, previo pago de una multa gubernativa de 500 pesetas.]

Otra vez con los pasadores, sí, porque nunca nos cansaremos de volver a uno de los escasos capítulos del siglo XX en que Andorra jugó un papel de cierta relevancia. Y encima, del lado de los buenos. Lo haremos de nuevo con Albert Moles (Barcelona, 1923-Quillan, Arièja, Francia, 2007), el pasador discreto y el último -de momento, claro- en unirse a las filas de los Forné, Viadiu, Baldrich y compañía. Porque así se lo prometimos al lector, y nosotros cumplimos. Bueno, casi siempre... Empezaremos por el final, con la notificación de la libertad de nuestro hombre firmada el 5 de enero de 1944 por el inspector jefe del destacamento de la guardia civil en la Seo de Urgel: "El individuo Alberto Moles Demunt que se hallaba en esta prisión de mi cargo [...] en el día de la fecha ha sido puesto en libertad..." Concluía así un pequeño calvario -más burocrático que otra cosa, enseguida lo verán- que había comenzado con la captura de la partida que Moles conducía, un grupo de diez hombres que el 4 de septiembre de 1944 cayó en las zarpas de la guardia civil de fronteras a la altura del Port Negre, cuando iniciaban la última etapa del camino que les tenía que conducir al consulado británico en Barcelona: la libertad.

A sus diez compañeros de escapada -aviadores aliados, sostiene el historiador Josep Calvet, autor de la monografía canónica sobre la materia, Las montañas de la libertad, y que ha exhumado de los archivos del gobierno civil de Lérida el expediente de donde procede la información que hoy revelamos: la prosa burocrática los despacha lacónicamente como "súbditos extranjeros"- se les pierde enseguida la pista: el 9 de septiembre son transferidos a la prisión provincial de Lérida y es de suponer que acabarán como tantos de sus colegas en el campo de Miranda de Ebro, el peaje previo a la libertad que tenían que abonar los oficiales aliados capturados en España. Era malo; pero era todavía peor ser entregado a la Gestapo.

En fin, que de Moles podemos reconstruir el periplo carcelario, cuatro meses intensos en que veremos interceder por él y en dos ocasiones nada menos que al delegado de la Mitra [recuerde el lector que el obispo de Urgel era y es el copríncipe de Andorra: el jefe del Estado], al síndico Francesc Cairat y al cónsul de Andorra la Vella, Joaquim Marfany, así como un abundante intercambio de notas entre el director de la prisión, el inspector jefe de la comandancia de la guardia civil en la Seo, el gobernador civil de Lérida y -atención, que no está nada mal- la mismísima Dirección General de Seguridad de Franco, en Madrid. Porque hasta la capital española llegó el caso Moles.



Expediente de Moles exhumado por Calvet del archivo del Gobierno civil de Lérida: el 10 de septiembre de 1943 el inspector jefe de la Seo informa de la detención del grupo de Moles; el 6 de noviembre, el secretario de la Mitra se interesa en el caso: las autoridades andorranas certifican que es "persona de buena conducta", y nota manuscrita del director de la prisión de la Seo decretando la puesta en libertad del pasador andorrano, fechada el 5 de enero de 1944.

Calvet ha comprobado cómo Moless alió bastante bien librado: cuatro meses en prisión y una multa de 500 pesetas, que debía de ser una cantidad importante en la época, pero que hay que situar en su contexto: a Moles lo había contratado según consta en el expediente un tal Jaime, "residente también en las Escaldes", por 700 pesetas; y según el testimonio de Joaquín Baldrich, el consulado británico no escatimaba recursos y pagaba 3.000 por cada hombre que llegaba a Barcelona. Así que la broma le salió a Moles relativamente bien... si no hubiese sido, claro, por los cuatro meses a la sombra que se tiró. En cualquier caso, el destino de nuestro pasador de hoy ilustra el trato más o menos benévolo que las autoridades franquistas reservaban a los reos de "paso clandestino de fronteras" -éste era el delito del cual se acusaba a Moles y compañía- especialmente desde que el desembarco aliado en en el norte de África, a finales de 1942, comienza a quedar claro el resultado de la II Guerra Mundial. E ilustra también la movilización de las autoridades locales, que no dudaron en interceder una y otra vez, hasta salirse con la suya, a favor de un "súbdito andorrano".

Lo sabíamos por el caso de Eduard Molné, capturado en la célebre operación de la Gestapo en el hotel Palanques, en septiembre de 1943, y encerrado en la prisión de Saint Michel, en Tolosa. Pero ahora lo comprobaremos con los documentos en la mano. El 14 de septiembre -es decir, diez días después que los capturaran en el Port Negre- la Mitra toma la iniciativa y Fornesa solicita al gobernador civil que "se digne interesarse por Alberto Moles [...] con objeto de que pueda ser aclarada la situación del detenido y se le conceda la libertad si la naturaleza de los cargos lo permite". El 6 de noviembre vuelve a la carga, a instancias del síndico, según dice, y ya sin tantos miramientos le conmina a que "tan pronto como sea posible sea puesto en libertad". La última muestra de esta solidaridad activa la encontramos el 30 de marzo de 1944. Hace ya casi tres meses que está felizmente en libertad, pero Moles solicita que se le devuelva el pase especial de fronteras que los ciudadanos andorranos necesitaban para circular por España, pase que se le había confiscado al ser capturado. Alega en defensa propia que lo necesita "para ayudar a mis padres, pobres y ancianos, y ganar honradamente mi vida, al objecto de poder trabajar como ayudante de chófer en el comercio de D. Alejandro Lluelles e las Escaldas". El caso pasa a manos del inspector jefe de la Seo, que a estas alturas ya debía set casi un íntimo de Moles. El hombre se lo piensa, pero sin demasiada convicción, porque -dice- "el reseñado individuo se dedicaba con anterioridad al contrabando y paso clandestino de extranjeros", pero no le cuesta mucho dejarse convencer: "En la actualidad parece que es su propósito enmendar su forma de vida trabajando honradamente al servicio de Alejandro Lluelles".

Así que si el señor inspector no tiene nada en contra, el gobernador civil tampoco y el 15 de abril decreta que se le permita a Moles "la entrada y circulación por España al igual que al resto de los residentes en los Valles de Andorra". El expediente de Moles acaba aquí, y también su carrera como pasador, porque según su hermano Josep el episodio le hizo ver las orejas al lobo y no se atrevió a volver al peligroso negocio del paso clandestino de frontera. El intercambio epistolar entre inspector, gobernador y director general de seguridad da en cualquier caso la sensación de que a las autoridades franquistas Moles más bien les estorba, que se lo quieren sacar de encima y que se agarran a cualquier coartada más o menos verosímil para deshacerse de él y devolverlo a Andorra salvando la cara.

El 8 de octubre el gobernador civil había puesto a Moles "a disposición" de la Dirección General de Seguridad; quince días después, es el director general el que responde que "como en esta Dirección no tiene ningún antecedente y por tanto responsabilidad pendiente, quedará detenido a disposición de V. I. para imponerle la sanción mayor o menor según su importancia social y política". Una importancia que tiene medida exacta: 500 pesetas. Ésta es la multa que el gobernador le impone el 31 de diciembre, después de haber recibido informes andorranos que lo definen, por supuesto, "como persona de buena conducta, según antecedentes y opinión general"... aunque el inspector no lo acaba de ver claro y advierte de que "se puede afirmar sin ningún género de dudas que se dedica en la actualidad al contrabando". Pero la suerte de Moles está dictada: el 5 de enero de 1944 sale de la prisión. ¡Menudo regalo de Reyes!

[Este artículo se publicó el 9 de diciembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]

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