Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

sábado, 18 de enero de 2014

La Mata Hari de los Pirineos

Francis Aguila reconstruye en Passeurs d'hommes et femmes de l'ombre el periplo bélico de Reine Cazal, agente al servicio de los alemanes que se infiltró en las redes de pasadores que operaban des el Arièja

A vueltas con los pasadores: hace apenas una semana transcendía la defunción de Quimet Baldrich, el penúltimo de los hombres de la red que Antoni Forné dirigía desde el hotel Palanques, en la Massana, y días atrás informábamos aquí mismo de la reciente publicación de La princesse de San Julia, la novela en que el laurediano Hugues Lafontaine ha convertido a Baldrich y sus compañeros de gesta en héroes de ficción. Pues no se vayan todavía, aún hay más, y de la mano de Francis Aguila, historiador del Arièja que hace tres temporadas nos soprendió con Les cols de l'espoir, donde reconstruía el periplo no sólo de los pasadores sino también y sobre todo -y he aquí su gran aportación a todo este asunto- el de un puñado de fugitivos con nombre y apellido que se convirtieron durante la II Guerra Mundial en el precioso cargamento que transportaban los contrabandistas de la libertad.

Salvoconducto expedido en noviembre de 1943 por las autoridades franquistas a nombre de Lore Hertzberger, judía alemana que con su marido, Eddie, huyeron de Alemania y atravesaron los Pirineos a través de Andorra. En el documento se especifica que entró en España "clandestinamente". Fotografía: Archivo F. Aguila / Passeurs d'hommes.

Aguila reincide ahora felizmente y con Passeurs d'hommes et femmes d'ombre, en que vuelve a fijarse en las peripecias de una docena larga de fugitivos para los que Andorra acabó convirtiéndose en sinónimo de libertad. Hay de todo, desde el militar de carrera que llevado de su celo patriótico decide pasar los Pirineos para unirse a los ejércitos de la Francia Libre (Émil Cantarel), hasta el matrimonio de judíos alemanes que huye de un destino fatal en los campos de exterminio (Lore y Eddie Hertzberger) o el joven francés que pretende evitar el Servicio de Trabajo Obligatorio para los alemanes. Están también, por supuesto, los guías, pasadores o "caminadores", como prefiere denominar Claude Benet (Guies, fugitius i espies) a estos hombres de acción. Juan Aguila, por ejemplo, padre del autor y de quien hablaremos en breve, que -avancémoslo ya- acabó cargando piedras en la tristemente célebre cantera de Mauthausen, y que fue una de las víctimas del que es, probablemente, el personaje mas novelesco, inquietante y a la vez fascinante de este volumen revelador: Reine Cazal, la Mata Hari de los Pirineos, agente doble al servicio del Abwher -el contraespionaje alemán, para entendernos- infiltrada en las redes de pasadores y que se erigió, si las cuentas de Aguila (hijo) se acercan a la realidad, en el enemigo más formidable al que se enfrentaron los pasadores que operaban desde el Arièja -como Albert Moles, otro viejo conocido nuestro.

Del hotel Coma a Mauthausen: con billete de vuelta
Aguila la describe como una mujer entre los 25 y los 27 años -que ya es precisar- y vecina de la localidad de Foix, en el mismo departamento del Arièja, donde su hermano ejercía por lo visto de policía. Siempre ayuda, un pariente bien colocado. Se decía bailarina profesional -el toque Mata Hari- y poseía según le cuentan al autor una belleza "diabólica". Aprovechaba su dominio del español para frecuentar los círculos de republicanos en el exilio, un nido de resistentes y de pasadores, en Tarascon, Auzat y Vicdessos. Y Aguila le coloca la desarticulación de las principales redes de la zona, con víctimas ilustres como Peyrevidal, Simon Salas y Jose Fibla, Philippe Amiel, Jean Fournier y Robert Édouard, Antonio García, Felipe Espino y media docena de nombres más. Una auténtica bestia negra de la Resistencia que también está en el origen, dice el autor, de la caída de su padre en manos de la Gestapo.

Viajemos atrás en el tiempo hasta el 7 de junio de 1944, al día siguiente de Normandía. La derrota de Hitler es sólo cuestión de tiempo. A Juan Aguila, el Día H lo pilla en el hotel Coma de Ordino, escenario clásico en la epopeya de los pasadores, hasta done había conducido a un "importante personaje" por cuenta del MI-5 británico. De vuelta a casa, y pasando por el Port del Rat, cae en una emboscada. Acabará en Mauthausen, de donde no saldrá hasta la libración del campo, el 6 de mayo de 1945: sobrevivió, de acuerdo, pero cuando salió de Mauthausen pesaba... ¡38 kilos!

Juan Aguila, padre del autor y miembro de la cadena de Bourgogne-Brandy. Capturado en junio de 1944, fue internado en Mauthausen y sobrevivió a la guerra; cuando el campo fue liberado pesaba 38 kilos. La imagen está fechada en Tarascón, en octubre de 1942. Fotografía: Archivo F. Aguila / Passeurs d'hommes.

Más suerte tuvo Gabrielle Cécile Picabia, la esposa del pintor y cerebro de una de las redes que operaban desde Perpiñán y que, descubierta por la Gestapo, tiene la fuerza y la fortuna de huir. Formaba parte del mismo convoy de Cantarel -al que hemos conocido al principio de esta reseña- y nos la encontramos en abril de 1943 otra vez en el Coma, que tiene a lo largo del libro una presencia continúa y siempre salvadora. De Cazal sólo sabemos su nombre, hay que suponer un alias de guerra, pero no su final: ¿se libró de las represalias que colaboracionistas y simpatizantes sufrieron con la derrota nazi? ¿O fue una de las miles de tondues que con la Liberación fueron paseadas y escarnecidas en tantas ciudades francesas? El que sí que lo pagó caro fue un colega de Cazal, un tal Josep I. -no se acaba de entender este prurito en ocultar la identidad de un personajillo así- que vendió a la Gestapo un convoy integrado por 23 jóvenes franceses que conducía hasta Andorra, y que fue condenado a 20 años de trabajos forzados. Un nombre más en la lista negra de esta siniestra historia al lado de Lazare Cabrero, cuya carrera, por cierto, también desveló Aguila en Les cols de l'espoir.

[Este artículo de publicó el 10 de enero de 2012 en El Periòdic d'Andorra]

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