Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

domingo, 12 de enero de 2014

'Supersonic' Yeager vuelve a los Pirineos


Sort rinde homenaje al primer piloto que superó la barrera del sonido, abatido en 1944 sobre Francia y que escapó de los nazis a través de la cadena.

El 5 de marzo de 1944 el Mustang P-51 que pilotaba Charles E. Yeager (Virginia Occidental, EEUU, 1923) fue abatido por un Focke-Wulff 190 alemán en una incursión sobre Burdeos. Yeager -Chuck, para los amigos-tuvo tiempo de salar en paracaídas y la buena fortuna de ser recogido en tierra por un grupo de la Resistencia, que lo ocultó durante tres semanas y que lo trasladó hasta el pie de los Pirineos. El 23 de marzo lo encontramos en la localidad de Saint Beat, en la Arièja. Comienza entonces una pequeña odisea -junto al navegante de un bombardero B-24, compañero de evasión transpirenaica- que acabará cinco días después, cuando cruzan la frontera española por el valle de Arán y son interceptados  en Bòssost por la Guardia Civil. El 1 de abril ya duermen en el hotel Pessets de Sort, en el Pallaras Sobirà, una nueva etapa en el periplo hacia la salvación: en el caso de Yeager, y después de pasar por Lérida, Alhama de Aragón y Madrid, el 15 de mayo embarca en Gibraltar rumbo al puerto británico de Bristol, y escasas siete semanas después vuelve a entrar en combate. Su última misión, la número 51, la emprende en enero de 1945, y termina la guerra con 11,5 victorias confirmadas, que no esta nada mal. Para orientarnos: Charney obtuvo 7, y todo un Clostermann, 23. Un as, vamos.

El capitán Yeager, a finales de 1944 y en la cabina de su Mustang P-51D. Fotografía: Archivo.

Yeager es sólo uno de los centenares de aviadores abatidos sobre la Europa ocupada que ganaron la relativa seguridad que les ofrecía la España franquista a través de las rutas abiertas en los Pirineos por guías, pasadores y contrabandistas. Pero el suyo es un caso pelín especial: de entrada, porque hoy [14 de octubre de 2010, fecha de publicación de este atículo] se le rinde homenaje en Sort, capital oficial de los pasadores de hombres gracias al Museo y al Camino de la Libertad, iniciativa modélica impulsada por el historiador Josep Calvet -autor de la monografía definitiva sobre la epopeya de los pasadores, Las montañas de la libertad- que evoca el periplo no sólo de los militares evadidos sino también de los cerca de 100.000 hombres y mujeres -entre judíos de todas las nacionalidades, polacos, franceses refractarios a Vichy y fugitivos de todo pelaje de la Europa ocupada- que atravesaron la cadena entre 1942 y 1944.

Una epopeya en que las redes que operaban desde Andorra -recordará el lector la que el abogado Antoni Forné dirigía desde el hotel Palanques de la Massana- tuvieron un papel destacadísimo. El caso de Yeager también es especial porque nos encontramos, atención, ante el primer piloto que rompió la barrera del sonido, acontecimiento que macaría un antes y un después en la historia de la aviación y que tuvo lugar el 14 de octubre de 1947 cuando hizo volar a Mach 1, y probablemente rugir, su Bell X-1 experimental. El aparato se exhibe hoy en el Museo del Aire y del Espacio de la Smithsonian Institution de Washington DC. Tom Wolfe, como es bien sabido, convirtió en literatura la gesta de Yeager y sus pilotos de pruebas en The Right Stuff, y Phillip Kaufman llevó la novela a la pantalla en Elegidos para la gloria -donde, por cierto, el mismísimo Yeager tiene un breve cameo. Casi nada, como ven.

Un as de visita
Este hombre de currículum espectacular -en diciembre de 1953 batió un nuevo récord al volar a Mach 2.44 con su X-1A- es el que en la mañana de hoy paseará su leyenda por Sort. El periplo comenzará en la antigua prisión del pueblo, reconvertida en 2007 en Museo de la Libertad y por donde Calvet calcula que entre 19422 y 1944 desfilaron cerca de 3.000 refugiados. Hay que decir en este punto que Yeager, como aviador yanqui que era, formaba parte e la casta de los privilegiados que se ahorraron las penosas condiciones de cautiverio que había de sobrellevar los evadidos de a pie. Tuvo además la suerte -dice Calvet, que será hoy su anfitrión- de llegar a España a mediados de mayo de 1944, cuando el desenlace de la guerra parecía ya evidente a favor de los aliados, y Franco buscaba congraciarse con los más que probables vencedores. Inmediatamente después de ser interceptado por la Guardia Civil, apunta, ya oudo comunicarse con la embajada norteamericana en Madrid, y cuando llegó a Sort lo alojaron directamente en el Pessets, el mejor hotel de la localidad. La prisión, destino habitual de los evadidos, ni la debió de oler.

Otra prueba de que nos encontramos ante un caso especial es que Yeager no tardó ni dos meses en ser repatriado desde España, un tiempo casi récord y que tiene poco que ver con el medio año -mínimo- que los refugiados ordinarios pasaban de media en los campos de concentración franquistas. Para lo amantes de las estadísticas: además de sus 11,5 victorias, Yeager puede fardar de haber sido uno de los primeros pilotos en derribar un caza a reacción: un Me 262 alemán.

Después de la contienda y de su carrera como piloto de pruebas, Yeager comandó escuadrones de caza y de bombardeo desplegados por medio mundo, desde Alemania, Francia y España -estuvo destinado en las bases de Morón, Zaragoza y Torrejón, donde parece que fue instructor del entonces príncipe Juan Carlos- hasta Paquistán y las Filipinas. En 1962 se convirtió en el primer comandante del programa de formación de astronautas de la USAF, y cuatro años después todavía participó en la guerra de Vietnam en la carlinga de un Martin B-57. El anecdotario de este as de la aviación de todos los tiempos no se termina aquí: todos sus aparatos los bautizó con el nombre de Glamorous Glenn -o con variaciones de esta fórmula- en homenaje a su primera esposa, Glennis Dickhouse. Tan alta demostración de devoción marital no le impidió contraer en 2003 segundas nupcias con Victoria Scott d'Angelo, actriz de segunda fila a quien el lector quizá recuerde por un mínimo papel como la mujer detective de Único testigo, y de quien se dice que gestiona las apariciones públicas de su célebre marido con mano de hierro y como si fuese la agente de una estrella de Hollywood.

[Este artículo se publicó el 14 de octubre de 2010 en El Periòdic d'Andorra]

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